miércoles, 20 de diciembre de 2017

En Cuerpo y Verso



Si escucho con atención...
puedo distinguir en la niebla
la extremada cautela
con la que la sintonía de tus manos
fue cosiendo el acento de tu magia
en las bóvedas de mi espalda,
para hacer temblar con paciencia de piedra
los vetustos pilares de mi respiración.

Si afino mi oído...
puedo atisbar en la penumbra
la vaga atonía de tu palabra
que con sigilo deambula
por el silencio de mi pecho,
para sacudir desnuda y rotunda
los adustos horarios
de esta estación tan antigua.

Aún trepan ausentes
sin el menor inconveniente
tus vocales ingrávidas
por las paredes de esta estancia.

Aún trepan inconscientes
antes de entrar a formar parte del equipaje
con el que fundaste este desmayo crónico
que pertinaz me acompaña
en esta especie de viaje,
que me trae y me lleva peregrino
orbitando el andamiaje
del nacimiento de cada nuevo latido
en el epicentro de tu corazón salvaje.

Y en los espacios del alma
reposan leales
tus consonantes en calma
¡Para abrigarse entre signos de admiración!
al volver a recorrer los instantes
en los que me hiciste de mi aliento deudor
perdiendo con ello el gobierno
del leve paso del tiempo,
discurriendo y palideciendo
en una fina lluvia de luz y pasión.

Hasta fundirme
en cuerpo y verso
en el eterno resplandor,
con el que me deslumbra tu ser
cuando pronuncias mi nombre
y me convierto en tu voz.

Josiño...)