que se alimenta del silencio
y se atrinchera traicionera,
en los peldaños de mi cuerpo.
Hay una tesitura
engalanada de misterio
que me desabrocha el aliento.
Es un sedimento
que me afloja el caminar,
que se aloja en mi despertar,
que me frunce los sueños
y a penas me permite respirar.
Hay un enjambre de destellos
que me andan arañando el deseo,
encaramado con gran tesón
al eterno resplandor
de tu líquida respiración.
Hay un estruendo
que hace rechinar las bisagras
con las que tu sonrisa
me abre de par en par
las leves puertas del alma.
Y un clamor candente
de besos incandescentes
descendiendo como lava
por las vertientes de tu espalda.
La premeditación adventicia
de la estructura de una caricia
que constituye mi sueño,
explorando con fina destreza el sabor
de cada uno de tus besos;
para acabar implorando al noble universo
volver a tener noticias
de este amor de roble e incienso
con el que celebramos esta pasión
que está más allá
de palabras y silencios.
Porque nos late en medio del pecho,
y nos espera paciente
para estallar resplandeciente
en la antesala del próximo beso.
Josiño